UpM y civilización mediterránea

«Qu’est-ce que la Méditerranée», se pedía Fernand Braudel. Y él mismo respondía: «Non pas une mer, mais une succession de mers. Non pas une civilisation, mais une succession de civilisations entassées les unes sur les autres
El compromiso de Marsella que sitúa la sede del Secretariado de la Unión por el Mediterráneo (UpM) en Barcelona, marca el inicio de una nueva etapa en las largas pero delicadas relaciones euro mediterráneas. El reto es enorme: establecer un diálogo igualitario entre los países del perímetro mediterráneo que permita el reparto de la modernidad y el desarrollo.

La UpM predica pragmatismo y colaboración en proyectos concretos, pero la dimensión política continúa siendo el telón de fondo de la construcción del diálogo entre dos orillas que no siempre comparten los mismos valores culturales o religiosos, ni los dirigentes de las cuales pretenden los mismos propósitos políticos. Para la Unión Europea, es una nueva oportunidad de liderar el complicado proceso de estabilización de la región.
Desde la antigüedad, el Mediterráneo representa un espacio de imaginarios y sueños aun constituyendo un reto económico y estratégico crucial para sus vecinos. Desde el principio del siglo XIX hasta la mitad del siglo XX, Francia y el Reino Unido dominaron completamente la ribera sur del Mediterráneo.
A partir de los años 1950, con la descolonización, el Mediterráneo ofreció un nuevo potencial campo de batalla a los dos protagonistas de la guerra fría, los Estados Unidos y la URSS. La guerra Irán-Irak y el conflicto palestino-israelí acabaron de confirmar la tendencia conflictiva. Centrados en la construcción europea, los estados miembros de la Unión abandonaron su influencia política tradicional y dejaron a los Estados Unidos la gestión exclusiva -y partidista- de los conflictos del Mediterráneo y del Oriente Próximo.
Cooperación y diálogo. Desde el nacimiento del proceso de Barcelona, en 1995, y por medio de un aumento de las ayudas en la región por parte de la Comisión Europea y del Banco Europeo de Inversión, los estados europeos se han centrado en políticas de cooperación económica y de diálogo intercultural. El objetivo ha sido hacer convergir progresivamente las dos orillas del Mediterráneo en torno a instituciones cada vez más homogéneas con el fin de establecer, entre otros, la economía de mercado y la libre circulación de los capitales y de bienes. Pero no de personas.
La gobernanza de los países del sur afronta numerosos obstáculos, desde los conflictos intrafronterizos que dificultan la cooperación, hasta las estrategias, no siempre reconocidas, de ciertos regímenes «republicanos» de transformarse en monarquías de facto, como lo demuestran, por ejemplo, las recientes reformas constitucionales a Argelia.
La omisión de toda referencia a la democracia y a los derechos humanos en la declaración fundacional de la UpM revela el tacto con que esta nueva organización quiere tratar determinados líderes del sur que parecen querer eternizarse en el poder, en contraste con unos mandatarios europeos escogidos democráticamente para periodos bastante cortos. ¿Quizás alguien teme que un despertar de conciencia de las jóvenes generaciones del sur desemboque en cambios inesperados? La libertad, la instauración de un verdadero estado de derecho y la creación de perspectivas de futuro para la juventud del sur son cruciales para que el Mediterráneo se convierta en el gran laboratorio de crecimiento deseado.
El éxito de la asociación dependerá en gran parte de la modificación de la situación interna dentro de cada uno de los socios del este y del sur del Mediterráneo. A pesar de algunas insuficiencias, la idea de la UpM es movilizadora y llena de esperanza. Merece paciencia y perseverancia sin embargo, igualmente, lucidez y realismo. Más que la emergencia de una nueva zona de intercambios económicos, la Unión por el Mediterráneo representa el renacimiento de un proyecto de civilización mediterránea.

Florence Jacquey es la presidenta de Horitzó Europa

Artículo publicado en El Punt, el 7 de diciembre de 2008, en la página 24 (en catalán)