¿Optimistas realistas o pesimistas realistas?
En esta última cena, previa presentación de Rafael Carrascosa, Fernando Casado, Coordinador General para España del programa «Objetivos del Milenio» (MDG), nos habló de los dos principales retos de futuro para la organización de las Naciones Unidas: los Objetivos del Milenio y su propio proceso de reforma interna. El ponente expone los antecedentes y el estado de las dos cuestiones todo debatiéndose entre el optimismo y el pesimismo, pero sin querer abandonar en ningún momento el realismo.
Respecto de la anunciada reforma de las NNUU, Fernando Casado se muestra especialmente pesimista. Todo parece indicar que la construcción de un orden internacional caracterizado por el multilateralismo todavía está lejos de hacerse realidad y que, en este camino, la propuesta de reforma de la ONU, por complicada pero también por poco ambiciosa, no parece que vaya camino de representar una solución. En un momento de gran incertidumbre e inestabilidad institucional se hace difícil imaginar un éxito del proceso de reforma.
El caso de los Objetivos del Milenio (MDG) permite comentarios más esperanzadores. Este programa nació el año 2000 a partir de la constatación por parte de la comunidad internacional que todas las políticas de desarrollo ensayadas hasta el momento habían fracasado en la erradicación de la pobreza en el mundo.
A pesar del consenso de partida, la tarea a llevar a cabo es tan ingente que costa de creer en la eficacia del programa. De todos modos, más allá del compromiso político de los estados, el establecimiento de indicadores fiables y la redacción de informes estatales sobre el cumplimiento de los objetivos hace pensar que los esfuerzos, en todo caso, pagarán la pena.
De momento, uno de los principales problemas de los Objetivos del Milenio es la poca publicidad que están teniendo y el hecho de que la ciudadanía todavía no los tenga tan presentes como habría que esperar. El que sí que se prevé es que las principales citas políticas a nivel internacional durante el año 2005 incluyan referencias explícitas a los Objetivos, hecho que tiene que contribuir a incorporarlos efectivamente a las agendas política y mediática mundial.
Tendremos que seguir de cerca los dos procesos para constatar hasta qué punto se concretan los buenos deseos del presente. En todo caso, hay que aprovechar que somos la primera generación de la historia que tiene conciencia global del problema de la pobreza, que tiene la capacidad y la vocación de entender la política internacional en toda su amplitud y, al mismo tiempo, también somos una generación con unos recursos humanos, económicos y tecnológicos con un poder de transformación sin precedentes. La componente generacional se tiene que convertir en un elemento clave a favor del optimismo realista.