Reseña: Altiero Spinelli, Ernesto Rossi – El Manifiesto de Ventotene
Marcello, estimado compañero de AltraItalia, me pide una pequeña reseña de este libro, que es el texto que de alguna manera origina la idea de Unión Europea y Movimiento Federalista.
En este sentido, la gente de Horitzó Europa es el target ideal, aunque imagino que muchos habrán leído este texto en otro idioma.
Ya que el libro se publica en castellano (y esperamos que haya pronto la traducción al catalán), haré también la reseña en este idioma, por si se quiere utilizar en otras situaciones.
Me tomo la libertad de dedicarla a Elena, porque el libro le hubiera gustado, porque la habría vuelta a ilusionar con la idea de Europa, porque todavía nos acompaña.
El Manifiesto de Ventotene – Reseña
Esta es la primera traducción al castellano de un texto (en la versión de 1944, revisada por los autores) cuya primera publicación es del año 1941: escrito en una isla-prisión fascista, sobre papel de fumar y llegado después de muchas vicisitudes a la resistencia clandestina para su difusión.
Dado que es el texto que establece los fundamentos para una futura unión política, económica y social, extraña que sólo ahora, 75 años después, salga su traducción al español, aunque, como sucede con Marx, parece que son más los que lo citan que los que lo han leído.
El libro llega con tres prefacios. El que comparten tres expresidentes del Parlamento europeo (Enrique Barón, 1989-1992; José Maria Gil-Robles, 1997-1999; y Josep Borrell, 2004-2007) está escrito para esta edición y destaca una afirmación de Spinelli: «Todos los hombres razonables reconocen ya que no se puede mantener un equilibrio de estados europeos independientes […] Los múltiples problemas que envenenan la vida internacional del continente […] encontrarían en la Federación Europea la más sencilla solución».
Subraya también la aportación de la obra de Spinelli al Proyecto de Tratado de la Unión Europea, aprobado por el Parlamento en 1984, que, desafortunadamente no llegó a ser un proceso constituyente clásico, pero que introducía el concepto de ciudadanía europea, la relación entre los mandatos del Parlamento y de la Comisión, y la condivisión del poder legislativo.
El segunda prefacio lo comparten Pablo Faura Enriíquez, expresidente de JEF España i Presidente de UEF España, y Domènec Ruiz Devesa, vicepresidente de UEF España, e insiste, diría que obviamente, en el carácter federalista del Manifesto, en lo que parecen afirmaciones relativas a la interdependencia económica; pone en tela de juicio el principio de no injerencia y llega a proponer una fuerza armada europea y el fin de las autarquías nacionales.
Finalmente, el tercer prefacio, que acompaña el texto de Spinelli desde su edición de 1944, se considera parte integrante e insustituible del Manifesto y se debe a Eugenio Colorni, uno de los fundadores del MFE. Sigue impresionando por la modernidad de las ideas que expone, la claridad de los objetivos –entre muchos, la Unión Federal Europea como primer eslabón de una gobernancia mundial, o sea, sin traicionar el ideal internacionalista del socialismo. Merece resaltar, considerando los tiempos y el lugar en los que este texto se engendró, el optimismo de su visión del futuro. Las condiciones inhumanas y el horror de las dictaduras nazi-fascistas se transformaban a sus ojos en el motor de un cambio que parecía imparable y las afirmaciones utópicas parecían de golpe las únicas que tenían un sentido para la generación que salía de la guerra.
El Manifiesto de Ventotene – ¿Por qué ahora?
Ahora, cuando hasta nos da vergüenza hablar de UE, rodeados de las imágenes de los muros, reales o virtuales, que se están levantando para que no nos invadan los extraños con sus miserias, para poder ignorar –si no aprovechar– el próximo genocidio que nos espera una calle más allá de nuestras casas, ya sea de kurdos, palestinos, sirios o de esos pueblos africanos de los que nadie se acuerda.
Ahora, cuando hasta el primer objetivo de la construcción de la Unión, el de haber alejado la guerra de nuestros países, es desmentido cada día por las escenas de violencias múltiples que tienen lugar justo fuera de la línea imaginaria de nuestras fronteras, pero dentro del área de influencia de nuestras consciencias. Patéticos, inútiles y crueles parecen los esfuerzos para proteger nuestros privilegios del resultado de las políticas miopes de nuestros gobernantes, dictadas exclusivamente por los aspectos comerciales de corto alcance y la supervivencia de unas élites empobrecidas en su miseria moral.
Ahora, cuando la crisis económica y, aún más su gestión criminal, nos hace suspicaces y mezquinos, el déficit democrático de las instituciones europeas se ha incrementado, tanto como la desigualdad de derechos y de poder adquisitivo, y nadie habla ya de ciudadanía europea, de protección de los más débiles o de transparencia en los procesos decisionales.
Bien, puede que sea justo mirando este escuálido panorama, que nos hace falta (volver a) leer el mensaje de esperanza, progreso y dignidad de Altiero Spinelli y de sus compañeros, que produce un doble efecto. Por un lado, manifiesta aún más crudamente cuánto nos hemos alejado de lo que hacía entrañable e irrenunciable su proyecto de unir Europa y sus ideales de respeto a la diversidad, cooperación y solidaridad. Es un proyecto que contempla la afirmación de los derechos y la dignidad humana, la sostenibilidad del crecimiento y un futuro para los jóvenes.
Por otro lado, la única esperanza para construir una Unión que no tenga como vocación exclusiva la de ser un espacio de negocios para que los ricos se hagan más ricos es volver al mensaje fundacional original. Cómo decíamos en otros tiempos en unas calles que vuelven a estar en plena ebullición: “Seamos realistas: escojamos la utopía”.
Obviamente, es necesaria una lectura crítica del texto, desde la óptica de la situación actual. Por muy iluminados y precursores que hayan sido los autores del Manifiesto, no creo que se pudieran ni siquiera imaginar una sociedad en la que la riqueza se genera a través de la transacción y la especulación y no de la producción, en la que la amenaza a la gobernabilidad de los países (y aún más de los pueblos) viene de unas empresas multinacionales con facturados mayores de los de la mayoría de los estados. El impacto social de la red ni siquiera se divisaba y tampoco la aplastante victoria de un capitalismo salvaje y despiadado. Supongo que incluso contemplar que la “guerra fría” substituiría el conflicto armado o que aparecería una organización como la OTAN habría parecido una herejía, cuando se gestó este libro, mientras se esperaba que los Marines o el Ejército Rojo liberaran Europa de la amenaza nazi-fascista.
Aún asistiendo a la aparición de algunos de estos fenómenos de degrado de loe ideales de progreso que profesaban, no perdieron la convicción de que podrían haber estado luchando mejor en contra de eso dentro de una Unión Europea compacta, federal y fiel a los ideales de una verdadera democracia.
En este sentido, no me parece que los objetivos hayan cambiado.