¿Puede existir una identidad europea sin símbolos europeos?

Cuando el Parlamento de Prístina aprobó unánimemente la independencia de Kosovo, el 17 de febrero, la Cámara decidió acto seguido sus símbolos nacionales: bandera, escudo e himno. La antigua provincia serbia de mayoría albanesa se identifica con una bandera de inspiración muy europea, con fondo azul oscuro con el mapa del 50º Estado independiente europeo en color amarillo y seis luceros blancos alrededor. El escudo nacional repite las características de la bandera y el himno, a falta de uno propio, es provisionalmente el himno de Europa.

La novena sinfonía de Beethoven no es el himno oficial a la Unión Europea pero lo es, aunque de manera transitoria, de un país que no pertenece al club de los 27. También el euro es la moneda oficial de Kosovo. Como en Andorra, la Ciudad del Vaticano, Mónaco, Montenegro y San Marino. Mientras que, por otra parte, la moneda única sólo circula a quince de los Estados miembros y dos, Dinamarca y, como, no el Reino Unido, tienen una cláusula que les permite permanecer al margen.

Mucha gente desconoce que hoy, 9 de mayo, se celebra el Día de Europa y ni siquiera sabe que está un día en el cual se conmemora el surgimiento de lo que es hoy la Unión Europea, con la Declaración Schumann, que permitió enterrar al fantasma de las guerras en el continente. La caída del artículo «Los símbolos de la Unión» con el paso del fallido Tratado Constitucional en el Tratado de Lisboa es una vez para la identidad europea. Es cierto que el tratado nacido en la capital lusitana el pasado mes de diciembre incluye una declaración común por la cual dieciséis Estados miembros afirman que para ellos los símbolos europeos continúan siendo «los símbolos de una pertenencia común de los ciudadanos a la UE y de su vínculo en ésta». Pero todo queda en una declaración descafeinada cuando Francia, Estado fundador, que bien pronto ocupará la presidencia europea, no se encuentra entre los países firmantes. Este hecho todavía es más chocante cuando la bandera de las doce estrellas está al lado de la francesa en la fotografía oficial de Nicolás Sarkozy y a la balconada de las instituciones francesas y cuando el euro circula en el país galo desde hace un lustro.

Sin los símbolos europeos -bandera, himno, lema, moneda y Día de Europa- la conciencia europea, de existir alguna, se ve dañada. La UE se ahorraría muchos esfuerzos en comunicación si se institucionalizaran sus símbolos. La mejor estrategia comunicativa sería disponer de unos símbolos legalmente reconocidos por todos los 27 Estados miembros. La Festividad, el Día de la Hispanidad o el 14 de julio copan las portadas y numerosas páginas interiores en la prensa, mientras que el Día de Europa a duras penas figura en las agendas de actividades del día. Evidentemente, no son comparables los sentimientos que despiertan estas festividades con el 9 de mayo, ni los que pueden suscitar Los Segadores, La Marcha Granadera o La Marsellesa con El himno a la alegría. La identidad europea no pretende -ni tiene que hacerlo- suplantar las identidades nacionales, sino complementarlas.

En poco más de un año, se celebrarán las elecciones europeas y es importante que los ciudadanos tomen conciencia de la importancia que tienen estos comicios: el 80% de las leyes que se aprueban en las Cortes son meras transposiciones de legislación previamente adoptada en Bruselas y, en función de la composición del Parlamento Europeo, la Comisión Europea resultará más liberal o más intervencionista, más estatalita o más federalista. Con todo, el desinterés que generan estas elecciones es abismal. La tendencia a la baja en la participación a los comicios europeos en Cataluña ha sido muy acentuada, ya que ha ido disminuyendo desde las primeras elecciones europeas, en 1987, donde votó cerca del 70% de los catalanes, hasta las del 2004, cuando la participación fue del 40%.

Si dispusiéramos de la Carta Magna Europea, hoy sería festivo en todo el territorio de la Unión. Por primera vez, un estonio, un chipriota, un irlandés y un portugués, de punta en punta de la UE, compartirían festividad. Si el Tratado de Lisboa hubiera incorporado a su articulado los símbolos, el año próximo Usted sabría que el 9 de mayo es el Día de Europa no sólo porque los autobuses llevan la banderita europea. La UE falta de una política común sobre Kosovo y, en cambio, el último Estado independiente europeo desprende un sentimiento mucho más europeísta que algunos miembros de la Unión, con símbolos incluidos.

Sergi Barrera es miembro de Horitzó Europa

Artículo publicado en El Punt, el 9 de mayo de 2008, en la página 17 (en catalán)

Artículo publicado en Catalonia Today, el 15 de mayo de 2008, en la página 16 (en inglés)