¿Nucleares? ¡No, gracias!

El 2 de marzo pasado tuvo lugar la mesa redonda La lucha contra el cambio climático: ¿un problema o una oportunidad en tiempo de crisis?, organizada por Horitzó Europa y el Colegio de Ambientólogos de Cataluña. El acto contó con la participación de Tomàs Molina, presidente de la Climate Broadcasters Network Europe, y Ferran Tarradellas, portavoz de Energía de la Comisión Europa. El primero habló del calentamiento global y declaró que no existe una “energía limpia ya que todas tienen consecuencias sobre el entorno. El segundo añadió que la única energía limpia es la que no se utiliza, es decir, el ahorro energético, e informó de las iniciativas que la Comisión Europa propone. Los dos concluyeron que aplazar la reacción hará más difícil y cara cualquier intervención.

Coincido prácticamente con todos estos planteamientos y me deja más tranquilo pensar que, desde los cargos importantes que ocupan, estas personas impulsarán las energías alternativas y medidas efectivas e inmediatas de lucha contra el calentamiento global.

De todos modos, hay un punto de su discurso que me alarmó: su posición flexible hacia la energía nuclear. Dejar abierta esta opción puede permitir a alguien defenderla en pro de la lucha contra las emisiones. El lobi nuclear es muy potente, y es un error despreciarlo. Gran parte del retraso en el desarrollo de las energías renovables se debe al hecho de que los fondos destinados a la investigación de las «energías alternativas» se han utilizado para financiar la nuclear.

Mi posición contraria a las nucleares está basada en hechos científicos: no tiene sentido llevar el núcleo del reactor a centenares de miles de grados si queremos vapor a 120º. Mucho calor será dispersado en el entorno y acabará haciendo incrementar la temperatura de la troposfera y contribuyendo al calentamiento global.

Sin la resistencia cívica a la energía nuclear, ahora tendríamos centrales nucleares por todas partes. En 1975, después de la primera crisis del petróleo, la compañía eléctrica ENEL presentó un programa que preveía la construcción en Italia de veintidós centrales de 1.000 megawatts. ¡Una estaba localizada en Sant Angelo dei Lombardi, epicentro del terremoto que, cinco años después, acabó arrasando la región!

La respuesta de los ponentes a estas observaciones fueron bastantes duras, y se evidenció una vez más como se tiende a considerar ideología o ingenuidad toda posición diferente de lo que es el pensamiento dominante. Lo que es ideológico o ingenuo es continuar teniendo fe en el mercado y en el crecimiento, en las instalaciones gigantes y en las soluciones globales, defendiendo proyectos como mínimo discutibles, como la línea de muy alta tensión, la MAT, en nombre del realismo. La idea del desarrollo sostenible es una falsedad ideológica, y no una posición ecológica. Ecología significa sostenibilidad en evolución (que no quiere decir «no desarrollo»).

No quise insistir porque, con tantas cosas que tenemos que hacer y que podemos hacer juntos, no tiene sentido pelearse por lo que nos separa. Estoy convencido, sin embargo, de que una información más plural y clara haría que la gente se sintiera más involucrada y partícipe.

Guido Ramellini es miembro de Horitzó Europa

Artículo publicado en El Punt, el 22 de marzo de 2009, en la página 25 (en catalán)