Europa: nada volverá a ser como antes

La Unión Europea está sufriendo la crisis económica como ninguna otra región del planeta. Mientras las principales potencias empiezan a brotar (Estados Unidos, 3%; Japón, 5%) y las emergentes ya se han elevado (India, 8,6%; China, 11,9%), la UE a duras penas tiene un crecimiento positivo (0,2%), con el Estado español ofreciendo las primeras cifras positivas desde hace meses (0,08%) y Francia y Alemania estancándose en datos similares (0,1% y 0,2% respectivamente)¹. Lo peor del caso es que las expectativas no son mucho mejores, ya que se espera un crecimiento del 1% para 2010 y del 1,75% en 2011.

Más allá de los terribles efectos que la crisis está provocando en la UE, sobre todo en términos de costes sociales (con un índice de desempleo desenfrenado y con la perspectiva de un aumento sustancial de los impagos a corto plazo), la difícil situación que está viviendo el continente amenaza de afectar a la tradicional distribución de papeles (y de fuerzas) en la política comunitaria. Me estoy refiriendo, concretamente, al cambio en la política europea de Alemania, país fundador de la UE y tradicionalmente defensor de una mayor unificación política, sobre todo desde que la canciller Merkel ha iniciado su segundo mandato, sin el SPD. Con una opinión pública mayoritariamente contraria a colaborar en el rescate de Grecia y con la perspectiva de unos comicios regionales, Merkel obstaculizó repetidamente la adopción del plan de rescate. Ignorando las peticiones del resto de Estados y de las instituciones comunitarias, retrasó irresponsablemente el plan de rescate europeo, que tiene que actuar de red salvavidas en caso de que un Estado entre en bancarrota, hecho que disparó el precio de la deuda griega (paradójicamente en manos de alemanes y franceses, básicamente). Además, en plena maniobra dilatoria, exigió que el FMI participara en la operación, dinamitando la actuación común europea y sembrando dudas sobre el euro. Es la primera vez que un político alemán sobrepone los intereses electorales a corto plazo al interés europeo. Daniel Cohn-Bendit lo explicó muy gráficamente en una reciente intervención en el Parlamento Europeo.

De hecho, Merkel no hace más que visualizar el cambio de mentalidad de muchos alemanes, que no han vivido la posguerra y que ya no son tan entusiastas de la unificación europea. Este hecho parecería dar la razón a aquéllos que preveían una pérdida del interés alemán en la UE una vez consumada la reunificación del país. La mayor parte de los alemanes no comparte el rescate griego (ni ningún otro) y los políticos del país han desistido de explicar que los rescates, si se producen, no se hacen por caridad, sino en defensa del euro y de la economía alemana (y europea). Tan sólo Wolfgang Schäuble se ha atrevido a recordar a la nueva Dama de Hierro que la mejor parte de la historia contemporánea alemana coincide con el proceso de unificación europea. Merkel, nacida en la antigua RDA, encarna un cambio de valores en Alemania. En la misma línea, recientemente el Tribunal Constitucional alemán ha modificado su jurisprudencia imponiendo límites a la cesión de soberanía en Bruselas. Y la misma lógica parecen seguir los insistentes rumores, provenientes de Alemania, sobre un inminente rescate del Estado español. De tanto hablar de ello, acabará siendo inevitable. No queda claro, sin embargo, si el objetivo de los rumores es forzar un plan español de contención del déficit todavía más duro o bien precipitar un rescate con dinero público de la deuda española (en manos, en gran parte, de bancos alemanes).

Europa se enfrenta a una situación sin precedentes. Tiene que dar respuesta a una crisis de alcance desconocido, preservando su principal aportación reciente a la civilización (el estado del bienestar) y manteniendo su unidad de acción con unas instituciones comunes todavía demasiado frágiles y con una moneda única que es víctima de los especuladores más feroces (muchos de los cuales provenientes de una potencia mundial que no quiere perder su hegemonía). Con este escenario, no nos podemos permitir una Alemania cerrada en sí misma.

¹ Eurostat y Trading Economics (Global Economic Reserach), datos relativos al primer trimestre de 2010 (crecimiento interanual del PIB).

Albert Royo i Mariné es vicepresidente de Horitzó Europa

Artículo publicado a Esquerra Nacional (nº. 179), el 29 de junio de 2010 (en catalán)