El proyecto de unificación europea surgido de la posguerra mundial se encuentra seriamente amenazado. En toda Europa están emergiendo fuerzas populistas y nacionalistas como reacción a la falta de liderazgo europeo de la profunda crisis económica que estamos viviendo. El siguiente programa de siete puntos que proponemos contiene iniciativas que, aplicadas de forma conjunta, contribuirán a revertir la tendencia a la desunión en que nos encontramos inmersos:

El próximo 11 de septiembre, la ciudadanía está citada en Barcelona para manifestarse y celebrar la Diada Nacional de Cataluña. Este acto de afirmación colectiva debe ir acompañado de un mensaje positivo al mundo y, principalmente, a nuestro entorno más inmediato: la Unión Europea. Es importante que las capitales de un continente donde se observan los nacionalismos con mucho recelo lean la manifestación en clave positiva, que entiendan que la nación catalana está plenamente comprometida con los derechos y los valores que defiende la Unión Europea y con una mayor integración social, económica y política de Europa.

Los catalanes siempre hemos tenido una clara vocación europeísta. Como decía el presidente Pujol, Cataluña nace del Imperio Carolingio y, por lo tanto, forma parte del corazón de Europa. A pesar de ser un pueblo europeo milenario, los catalanes no podemos participar en una de las aventuras políticas más apasionantes de la humanidad: la construcción de una Europa unida en la diversidad, que garantice la paz, la democracia y el progreso en un continente que ha escrito algunas de las páginas más oscuras de la civilización (originando dos guerras mundiales o la colonización de medio mundo).

120509_diaEuropa

Una crisis económica sin precedentes que comporta una gran factura social, la excesiva dependencia con respecto a los acreedores externos que nos impide hacer políticas públicas paliativas y las reiteradas amenazas de intervención por parte de Madrid están situando Cataluña, sus ciudadanos y su autogobierno, en los momentos más graves desde la muerte del dictador.

La UE y América del Sur tienen que dejar de darse la espalda porque los dos bloques se necesitan

En un mundo globalizado como el actual, donde la fuerza de China parece condicionarlo todo, las restantes potencias deben elegir entre esforzarse para entenderse con el dragón asiático o construir una alianza con otros bloques continentales. La primera opción presenta resultados inciertos y comporta jugarse el futuro a una sola carta. La segunda opción, en cambio, ofrece más alternativas y refuerza un modelo de relaciones internacionales más equilibrado.

En un mundo globalizado e interdependiente como el actual, es esencial que el Gobierno de Cataluña mantenga unas relaciones fluidas con otros gobiernos, organizaciones y entidades que se sitúan más allá de nuestras fronteras, ya que, si no, nos arriesgamos a perder un gran número de oportunidades como país. Hoy en día, los actores se interrelacionan a nivel internacional hasta superar jerarquías y difuminar los límites de la diplomacia gubernamental. El Gobierno de Cataluña tiene que estar presente en este escenario con el objetivo de defender los intereses del país allí donde estén en juego y participar en la gobernanza internacional con el fin de contribuir a construir una Europa unida y un mundo más justo, pacífico y sostenible.

La Unión Europea está sufriendo la crisis económica como ninguna otra región del planeta. Mientras las principales potencias empiezan a brotar (Estados Unidos, 3%; Japón, 5%) y las emergentes ya se han elevado (India, 8,6%; China, 11,9%), la UE a duras penas tiene un crecimiento positivo (0,2%), con el Estado español ofreciendo las primeras cifras positivas desde hace meses (0,08%) y Francia y Alemania estancándose en datos similares (0,1% y 0,2% respectivamente)¹. Lo peor del caso es que las expectativas no son mucho mejores, ya que se espera un crecimiento del 1% para 2010 y del 1,75% en 2011.

La Unión Europea nació como un marco de pacificación y gestión de conflictos y como embrión económico y monetario. Si bien ya hemos alcanzado el primer objetivo, el segundo, después de 50 años de mercado común, se ve amenazado por los efectos de una de las crisis financieras más acusadas de nuestra historia.

La ironía es que ahora, cuándo tocaría hablar de proyectos políticos y sociales, en un momento que ya somos más de 501 millones de europeos de 27 estados miembros, y cuando parece que el Tratado de Lisboa abre las puertas a un nuevo marco institucional, nos tenemos que centrar de nuevo en la defensa del euro y de la unión básica sobre la cual se construyó todo el entramado europeo.